martes, 25 de septiembre de 2012

Sombrero mexicano


Recuerdo cuando nací en aquel pequeño local en el centro de Tepatitlán en la bella Jalisco. Entre tantos primos, hermanos, tíos y otros cuantos no familiares ya muy ancianos. Esperando encontrar la vida de aventura, aquel destino de dos opciones: la charreada o las serenatas. Algunos soñaban con aquella intensidad de la charreada, pero yo era de aquellos pocos que preferían estar en una tranquila y amorosa serenata, era un ser romántico me aventuraba noches y días buscando el amor que en un momento encontré, pero ese es otro cuento pues no es lo suficientemente importante para hablar de él en este texto. De pronto me distraje algunos segundos y ya estaba en un ensayo de mariachi escuchando aquella canción tan famosa, pero que pocos conocen su letra completa. El son de la bella melodía de “Cielito lindo”.  Era aquel sueño cumplido de llevar serenata de balcón a un sin fin de mujeres bonitos, como todas en Jalisco. De pronto mi dueño, un renombrado mariachi del cual no recuerdo su nombre, se mudó al norte de México al mero mero Monterrey, Nuevo León. Al principio las serenatas seguían abundantes, con éxitos del gran Don Chente Fernández, su hijo Alejandro, Joan Sebastian y la gran leyenda Pedro Infante. Pero pronto empezaron las idas a tocar en las borracheras y yo siempre terminaba en el suelo, pisoteado y empapado en cerveza carta blanca. Ya no deseaba ser sombrero de mariachi, para estos maltratos mejor haber sido charro. Tres borracheras y cinco serenatas de fiesta (muy diferentes a las de balcón) y ya estaba en una condición terrible, mi destino estaba escrito: vas a la basura. Hoy, dentro de un basurero que marca el final de mi destino, escribo estas palabras en las que dejo plasmada mi vida a la historia y aconsejo a los jóvenes. Que sepan que morí buscando el amor y lo encontré pero ella lo negó. Para ti mis ultimas palabras reina amada mía con aquella canción que describe nuestro amor, “ahora dices que ya no te acuerdas, que nada es cierto, que son palabras.”

Mejor ser charro valeroso que mariachi en soledad. Hasta luego.   

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Fragmento I (El cajón)


Abro el cajón del general Magaña buscando aquella historia desconocida de un falso villano de la historia, de una historia del supuesto asesino sanguinario. En busca de la humanidad de un hombre que para muchos no era humano. Meto la mano al cajón sin observar su contenido y lo primero que tomo y pongo a mi vista es una pequeña caja que al agitarse emite sonidos como de pequeñas piedras por montones. Lo abro para observar cinco dientes de tiburón. Cada uno de ellos amarrado a un pequeño pedazo de papel que etiquetaba la especie a la cual pertenecía cada uno de los dientes.  Este objeto me es indiferente y simplemente lo dejo sobre el suelo. Decido observar detenidamente el cajón y sus contenidos logro ver: una vieja fotografía a blanco y negro, un reloj de bolsillo echo enteramente de plata, una vieja corbata de moño de color verde con puntos azul marino y un corazón purpura. Tomé la fotografía decidido a buscar identificar a los dos hombres que aparecían en ella. El hombre robusto con barba ancha evidentemente era el general, pero el segundo hombre: delgado, alto y con un bigote al estilo de mi profesor de física de la preparatoria; era para mi irreconocible. Saqué la foto del viejo marco de madera en el cual se encontraba. En la parte de atrás de la fotografía solamente había la fecha; o no la fecha sino el año “1946” y solamente el nombre del general, por lo que la identidad del segundo hombre era desconocida.  Tomo el reloj de plata y lo abro y veo que aun funciona y contiene una fotografía del general. Con una pose más formal e impositiva a diferencia de aquella que mostraba en la fotografía. La corbata de moño estaba deshilachada, pero sabía la razón por la que seguía guardada en aquel cajón. Era la corbata que había usado en la primera cita con su esposa, en aquel entonces joven y bella, María Andrea. Pronto dejé de lado la corbata y ahora tomé el corazón purpura, y me pregunté ¿Por qué tendría el general un corazón purpura? Si aquella insignia era estadounidense y él era un militar argentino. Me daba curiosidad la historia detrás de aquel objeto, pero sería una historia que jamás podré conocer porque el general ya no estaba aquí. No estaba aquí para contarnos la historia detrás de un cajón.